Yo creí que solamente en Europa, con sus revistas del corazón, se podían dar el lujo de mostrar la opulencia sin recato a quienes carecen de lo elementalmente estricto, revistas en donde aparecen yates, aviones privados, castillos, joyas, abolengos, blasones y demás tonterías que ofrece la vida y que, para quienes piensan que lo esencial pudiera llegar a ser todo esto, es digno material de lectura. Me parecía sorprendente que las personas que por generaciones se van desprotegidas en el Viejo Continente aplaudieran. Lo comprendí con el tiempo como una cuestión aspiracional que se da como cuando te platican el cuento de la Cenicienta. Por años, esas revistas no llegaban a México y lo hacían de mano en mano. Lo que nunca sospeché fue que se comenzaran a vender en nuestro país como si nos importara quién demonios es la duquesa de Alba o el duque de York, pero logré entenderlo de la misma manera en que se disfrutan las telenovelas en donde la protagonista se casa con un millonario y es feliz para siempre y que, por cierto, son las que tienen más éxito en audiencia.
Lo impensable fue que esas revistas y otras que se inventaron a nivel doméstico se comenzaron a editar en México con nuestra propia sociedad y personajes, mostrando la opulencia de ciertos grupos de poder, comenzaran a alardear de lo superfluo y se jactaran de sus bendiciones económicas como lo hacen semana a semana, mes tras mes, en ya muchas revistas que emulan a las europeas, en suplementos de periódicos y demás monerías, como si aquí tuviéramos el colchón cultural que tienen en Europa y como si en verdad manejáramos y aplaudiéramos la desigualdad socioeconómica como lo hacen ellos, mostrando una ridícula ‘alta sociedad’ que busca asemejarse con la ‘élite’ europea, demostrando únicamente complejos e ínfulas que las más de las veces se componen de políticos corruptos con sus familias, así como de tristemente célebres rateros de cuello blanco y que, al tiempo, las compran y se aplauden ellos mismos, como lo hacen las focas en el circo cuando hacen una gracia, mostrándose sin pudor a los demás grupos socioeconómicos que en nada se reflejan en costumbres, actividades, formas y maneras.
Las civilizaciones, por siglos, se van par abajo cuando pierden el pudor, cuando no les importa que la desigualdad impere en sus pueblos, ciudades y grandes capitales. En México vive la mitad de la población en pobreza extrema y creo que no es ni el momento ni buena idea estas revistas, suplementos y almanaques presumiendo a quienes tienen en exceso y mostrándolo en las narices de quienes no tienen nada, esto hasta que seamos un país en donde solamente el que no trabaja no avanza, no hoy, en donde quienes más trabajan y sufren son quienes menos tienen.
esteban.arce@record.com.mx
Fuente: Record Diario Deportivo
Lunes, 14 de Enero 2008
La Alta Sociedad
Yo Soy Aquél...
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